martes, 19 de junio de 2007

LLUEVEN LÁGRIMAS...


Nunca he ido a Chocó. Sé que llueve mucho y que hay muchos insectos. La verdad mi contacto con esta región se ha limitado a la mirada con que me dirijo a todos esos cuerpos errantes que abundan en los semáforos de mi cuidad.

No sé casi nada de este departamento. Por ejemplo, sé que es la potencia colombiana en platino y alguna vez ostentó el mismo lugar en oro. Sé que es una de las potencias mundiales en recursos hídricos y de megadiversidad. Sé que el 80% de sus habitantes son afrocolombianos y un 12% indígenas, que la cobertura de acueducto es del 22.5% y de alcantarillado de 15.9% del total de viviendas (estudio realizado por Janime Bonett para el Banrep) . Que la mortalidad infantil es de 44 casos por cada 1.000, mientras esta misma tasa es de 28 por cada 1.000 a nivel nacional (unicef). Sé que el 79% de los hogares tienen alguna necesidad básica insatisfecha. Sé, por ejemplo, que el 90% de los grupos mineros que explotan la selva chocoana en busca de oro son ilegales y que para exhumar 4.000 fosas como consecuencia de la guerra absurda de este país, existen 11 fiscales en todo el país. Sé, además, que hoy tiene una deuda de alrededor $54 mil millones que no tiene con qué pagar y que lo tiene al borde del abismo. Sé que es un botín codiciado por asesinos de su propia raza que han decidido darle la espalda a su pueblo para abrirle paso al terrible vicio de la corrupción sacrificando salud, educación y la vida de niños.

Me confieso ser una persona que sufre por la suerte de este territorio de mi país. Es un amor lejano, sufrido, pues no soy capaz de aventurarme a ir sólo. Es como si por momentos me sintiera un afrocolombiano traidor, que vive en medio de lujos y es una piedra que siente mas no se mueve. Muchas veces creo sentirme como exiliado, aunque no tenga idea de cual es la sensación real que debe sentir alguien que esté fuera de su territorio. Me generan un profundo cariño los niños de esta región. Envidio el tumbao´con que se mueven al caminar (como dice la canción). Quiero navegar por el Atrato. Quiero pescar. Quiero ver sus amaneceres. Quiero hablar con sus habitantes. Quiero enseñarles que el alimento no es sólo una bendición de la naturaleza, sino una obligación del Estado. Que leer no es una acto de brujería, sino una herramienta para entrar a un mundo más fantástico que el suyo. Que el agua no sólo circula por sus hermosos rios y quebradas. Que la carne no sólo se caza. Que no sólo los brujos y las plantas brindan curas a sus males. Que los papeles llamados cartones electorales, no son sólo para dibujar una vez cada 2 años, sino que en ellos está la posibilidad de tener alimento, de conocer el arte de leer, de beber la magnífica agua de sus rios y quebradas, de hacer respetar su territorio, su raza, sus mujeres, sus niños. Que en su inteligencia y su libertad está la verdadera fortaleza para sacar del pantano en que se encuentra su gente. Mientras tanto seguiré escribiendo desde mi cómoda oficina. Al llegar a casa abriré el grifo de donde saldrá aguapotable, cocinaré en la noche lomo, tomaré vino y antes de acostarme me pondré a leer, no sin antes encontrarme camino a casa a algún chocoano que miraré con profunda nostalgia y me recordará el fracaso que soy.