domingo, 15 de julio de 2007

QUERIDO IDIOTA.



Por Santiago Gamboa*

Querido idiota, te escribo porque la verdad es que tu futuro me tiene muy, pero muy preocupado. Te he visto en Bogotá, caminando en grupitos de cinco o seis por los centros comerciales del norte, vestido a última moda.
Puede ser que estos jóvenes también caminen hacia el abismo y no lo sepan, pero creen en algo y luchan por ello, y por eso los respeto y lo merecen todo.

He notado que tienes entre 16 y 24 años, más o menos, y que vas por ahí con esa actitud sobrada del que todo lo tiene (porque todo lo tienes), ya que tus papis, que en el mejor de los casos son gente honesta y trabajadora, pero en el peor, ladronzuelos de la política, concejalillos de medio pelo o directamente narcos, te educaron con los mejores mimos, solícitos en brindarle todo lo que querías incluso antes de quererlo, pues eras el sol de sus vidas, y de ahí te viene ese caminado de héroe por el Centro Andino y esas carcajadas de capataz de finca. De ahí viene también, claro, el medio millón de pesos que llevas en el bolsillo y que recibes cada fin de semana para descansar del trajín cotidiano, del estrés del colegio o la Universidad, pudiendo solazarte a gusto, y es precisamente lo que haces, pues te alcanza para ir a cine, comer una buena hamburguesa en el sitio más chic, comprar pastillas y drogas olfativas y luego emborracharte en la Zona Rosa o en Andrés carne de res o en los sitios más play de nuestra bella capital, sin problemas, sin preocuparte por la plata, y acabar la noche en un motel de los caros, con tu novia, esa joven operada de la cabeza a los pies que es tan idiota como tú, y refocilarte con ella diciéndole te amo, conejita, mientras sueñas que, en realidad, la fémina que abrazas no es tu novia sino, no sé, Carolina Cruz o Cristina Umaña o cualquiera de las modelos espirituales de nuestra cultura actual.
El problema, querido idiota, surge cuando te encuentras con gente mala y desaprensiva que no quiere dejarte un sitio para bailar o que te obliga a hacer la fila en el baño del bar o discoteca, y claro, tú no estás acostumbrado a esas vainas, pues la humanidad, salvo excepciones, es una legión de coimes que están ahí para que tú vivas más cómodo, y entonces atacas como un toro y sales a la calle y te peleas e insultas, y a veces, querido idiota, tienes mala suerte y las cosas van mal, pues aparece una navaja o pasa algo feo y terminas en un hospital, sección urgencias, y aquí puede ocurrir que salgas lisiado de por vida o ileso, pero también que salgas más frío que una tilapia congelada de Carulla, ¿lo entiendes?, momento en que tus papis, las verdaderas víctimas, se sienten muy mal y comienzan a echarle la culpa al alcalde de Bogotá o a los dueños de los bares o a los expendedores de droga, que como todo el mundo sabe, son los encargados de educarles a sus hijos.
Ay, querido idiota, llegó el momento de ser sincero, pues lo que dije al principio, eso de que estaba muy preocupado por ti, en realidad no es cierto. No estoy preocupado en lo mínimo por ti, y si no fuera por el respeto que merecen tus papis (si es que son personas respetables), diría que tu suerte me importa un bledo. Sí me preocupan los jóvenes de tu edad, pero no los que son como tú. Pienso en todos aquellos que a las siete de la mañana están en las paradas de Transmilenio estudiando, o los que hacen fila en las bibliotecas públicas o almuerzan un ´corrientazo` al lado de la universidad después de un examen o juegan fútbol y viven cinco en un apartamento de Chapinero, compartiendo gastos, y al salir de clase van a trabajar a un restaurante por el mismo medio millón de pesos (mensual) que tú gastas de viernes a Domingo. Puede ser que estos jóvenes también caminen hacia el abismo y no lo sepan, pero creen en algo y luchan por ello, y por eso los respeto y lo merecen todo. Son ellos los que me preocupan realmente, querido idiota, y no tú, que de todos modos nunca leerás esta página.

*Periodista, escritor y filólogo. Entre sus libros se destacan: Perder es cuestión de método, Los impostores y La vida feliz de un joven llamado Esteban.

1 comentario:

José Luis Peñarredonda dijo...

Viejos tiempos de La Gruta.... Por ahí entre el trasteo encontré una copia del primer ejemplar... Por aquí seguiré pasando.